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Editorial
Llanos, abiertos para explorar
Meta y Casanare crecen con experiencias, los viajeros se llevan en el coraz??n este destino del oriente del pa??s.
Ca??o Cristales invita a conocer responsablemente el espect??culo natural que genera la Macarenia clavigera quien transforma sus aguas en una paleta de colores vibrantes. Foto: iStock
Con el Parque Nacional Natural Sierra de La Macarena, que tiene en Ca??o Cristales con sus colores del arco??ris un referente de clase mundial, los Llanos Orientales de Colombia se han ido posicionando por varios a??os como un destino que atrae a turistas deseosos de vivir nuevas experiencias.
Esta zona del pa??s es un para??so natural lleno de biodiversidad y de maravillas geogr??ficas. All?? hay paisajes de monta??a, selvas exuberantes y vastos llanos, ideales para la pr??ctica del turismo de naturaleza. Adem??s, una rica fauna, representada por jaguares, monos y aves como la corocora, es el tel??n de fondo en el que la m??sica, la gastronom??a y otras tradiciones ancestrales llaneras le dan identidad a este destino.
En esta regi??n, en Meta y Casanare, los viajeros pueden conectarse con las ra??ces del Llano y renovar su energ??a. La oferta cultural y natural de estos territorios va mucho m??s all?? de Villavicencio, la capital del Meta; y de Ca??o Cristales, una serie de r??pidos, cascadas y pocetas en las que se aprecian diversos tonos de fucsia y otros colores, y adonde es recomendable viajar entre julio y noviembre debido que en esa ??poca crece la macarenia clavigera, una planta acu??tica que ti??e de colores el agua.
En Villavicencio hay un lugar donde se reivindican las tradiciones culturales llaneras. Se trata del Parque Las Malocas, en el que los visitantes pueden caminar por un sendero adornado con esculturas relacionadas con mitos y leyendas del folclor local como la Llorona y la Patasola. Tambi??n es posible visitar el hato Santa Elena y presenciar competencias de coleo en la manga Benedicto Cely.
Tampoco hay que salir de la capital del Meta para conocer un sitio que resguarda la vida: el Bioparque Los Ocarros, en el kil??metro 3 de la v??a que conecta a Villavicencio con Restrepo. All?? es posible aprender sobre la fauna y la flora de la Orinoquia. En Los Ocarros viven 1.400 animales, entre aves, peces, tigres mariposa, cocodrilos, babillas, chig??iros, paujiles, pavas, tucanes, marimondas, garzas y serpientes, entre otros.
Tambi??n en el Meta, en el municipio de Lejan??as, tres horas y media al sur de Villavicencio, se visitan las piscinas naturales del r??o G??ejar. All?? los turistas pueden ba??arse en piscinas naturales y visitar cascadas, entre ellas las de Ca??o Laj??n y Ca??o Jord??n.
A los planes de cultura y gastron??micos se le une el de aventura en esta regi??n. Foto:iStock
El show de los delfines rosados
No solo en el Amazonas existe la posibilidad de avistar delfines rosados. Estos mam??feros, tambi??n conocidos como toninas, est??n entre los atractivos naturales del municipio de Puerto Gait??n, en el nororiente del departamento del Meta. Esta actividad ecotur??stica se lleva a cabo en canoas con motor fuera de borda que navegan por el r??o Manacac??as.
Un plan que ha sido dise??ado con las familias en mente es el que se vive en Tiuma Park???Expedici??n Llanos, donde el enfoque est?? puesto en que los visitantes tengan la posibilidad de conocer de cerca la cultura local.
En este parque tem??tico, que se encuentra en el kil??metro 15 de la v??a que comunica a Villavicencio con Puerto L??pez, los turistas pueden aprender a orde??ar y enlazar reses; tambi??n, tienen a su disposici??n recorridos en buggy cerrero para ver b??falos.
En este parque se ofrece hospedaje en glamping, unas carpas con capacidad m??xima para cuatro personas desde las que es posible disfrutar los inolvidables amaneceres y atardeceres del Llano.
Algo que muchas personas desconocen es el hecho de que en el departamento del Meta es posible visitar el ombligo de Colombia. Esta experiencia se vive en Puerto L??pez, un municipio situado 83 kil??metros al sur de Villavicencio, donde se erige el monumento que marca el centro geogr??fico del pa??s: un obelisco que contrasta con las llanuras extendidas a sus pies. La estructura, inaugurada en 1993, fue elaborada por el escultor Miguel Roa Iregui y sigue siendo lugar de visita de viajeros que, a veces por casualidad, se enteran de su existencia.
La autenticidad del Casanare
Un recorrido por el departamento del Casanare se inicia en Yopal, su capital. En el occidente de esta ciudad puede visitarse el mirador de Bellavista para contemplar desde lo alto la llanura, que parece amanecer sin l??mites mientras el sol pinta el cielo de tonos rojos, rosados y naranjas.
Otro punto desde donde se observan los paisajes que rodean a Yopal es el cerro El Venado, en el norte de la ciudad. All?? los turistas descansan la vista a los pies de un monumento que se levant?? en homenaje a la Virgen de Manare, patrona de los casanare??os. Desde este sitio se puede imaginar c??mo los ej??rcitos de Sim??n Bol??var se organizaban en las llanuras para obtener la Libertad.
En Yopal, por supuesto, se goza con el joropo, un ritmo de los Llanos que evoca las costumbres campesinas de sus habitantes, y se disfrutan platos t??picos como la mamona (carne de ternera), entre otras cosas.
Una manera de adentrarse en la cultura llanera que se exhibe en Yopal consiste en asistir a los talleres de algunas personas que son expertas en fabricar instrumentos de cuerdas como el arpa, el cuatro y la bandola. Y, gracias a la espontaneidad de quienes viven en el municipio, no es extra??o que la visita termine en un concierto improvisado en el patio de la casa.
En la capital del departamento, los viajeros comienzan a entender que est??n ante un destino en el que las tradiciones y las costumbres ancestrales de sus gentes han sobrevivido el paso del tiempo y se proyectan como una opci??n de vida para personas que han encontrado en el turismo responsable una actividad viable econ??micamente.
Este es el caso de Seudiel Gualteros, un llanero que anda descalzo y que en su finca La candelilla, en San Luis de Palenque, cruza montado en su caballo el r??o Pauto para demostrar c??mo el turismo ayuda a mantener vivas las tradiciones llaneras. ??l es un ejemplo de que en esta regi??n del oriente de Colombia los locales comparten su cultura con los viajeros.
Adem??s de conversar con quienes viven all??, tambi??n es posible compenetrarse con un destino a trav??s de su comida. Es por esta raz??n que quienes llegan a los Llanos tienen que probar los platos que han forjado la identidad de sus habitantes desde los fogones.
Aparte de la mamona, que se come asada y se acompa??a con papa cocida, pl??tano maduro, yuca y aj??, otros protagonistas de la buena mesa de estos territorios son la cachama, un pez de r??o que se puede cocinar sudado, frito o relleno; el tungo, que se prepara con harina de arroz, leche, agua, mantequilla, cuajada, sal o az??car y se cocina envuelto en la hoja de una planta llamada lenguaevaca.
No pueden faltar las arepas de arroz ni la hayaca, una especie de tamal llanero de forma rectangular que contiene carnes picadas de cerdo, res y pollo, adobadas con cebolla y cilantr??n.
Tambi??n son imperdibles el entreverado, un pincho de dos metros de largo en el que se ensartan porciones de h??gado, bofe (pulm??n) y coraz??n, y que se recubre con tela de menudo (est??mago); y el pisillo, un picadillo de carne seca de res o pescado que se cocina con tomate y cebolla.